Si bien durante mucho tiempo se creyó que fue construido alrededor del año 19 a.c, investigaciones posteriores concluyen que data del siglo I d.c. Da igual, en cualquiera de los dos casos el puente tiene 2.000 años de antigüedad.
Sus constructores fueron los romanos (por esa época, bajo el Imperio del César Augusto) y su objetivo era llevar el agua a través del pequeño valle del Gard, como parte de un acueducto de unos 50 km que llevaba el agua desde los nacimientos cercanos a Uzès hasta la ciudad romana de Nemausus (actual Nimes). El acueducto completo tenía una pendiente de 34 cm/km (1/3000), descendía sólo 17 mts. en todo su trayecto y llevaba 20.000.000 de litros de agua diariamente.
Cumplió su función de acueducto aproximadamente hasta el siglo IX, y desde entonces fue utilizado solamente como puente, hasta caer en total desuso en el siglo XVII, cuando se construyó otro puente más “moderno” para cruzar el río (no sé dónde está este puente más “moderno”, ni tampoco interesa reseñarlo aquí…). Sin embargo el puente, aunque abandonado, siguió en pie, y fue restaurado en el siglo XVIII, ya definitivamente convertido en un spot turístico (actualmente, es uno de los 5 sitios más visitados de Francia). En 1.985 el puente fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Llegar hasta allí no es difícil si uno va con GPS, como íbamos nosotros (por cierto, en el regreso el GPS decidió dejar de funcionar y quedamos librados a nuestra memoria, por suerte pudimos llegar a un FNAC en el centro de Avignón y comprar uno nuevo, sino nuestro próximo destino que era el Piemonte italiano iba a estar complicado de alcanzar…).
Decíamos que no es muy complicado llegar, y una vez allí, pagado el correspondiente peaje de entrada, hay unos estacionamientos de coches que ese día estaban bastante vacíos. El parking del lugar cuesta 15 euros y es válido por 24 horas. Es un precio trampa: ¿quién se va a quedar 24 horas ahí? Caminando unos 50 metros desde el parking, está la entrada propiamente dicha. Es una construcción relativamente nueva (creo que del año 2.000), donde hay, además de las taquillas para sacar los tickets, una cafetería, y un museo con la historia del puente (con la compra del ticket, se incluye la entrada al museo, pero nosotros no entramos).
Pasada esta entrada, comienza un sendero bastante bien cuidado que va descendiendo a través del bosque, hasta llegar, a unos 300 metros, al puente propiamente dicho.
Personalmente, a primera vista no me impresionó demasiado. Me esperaba algo mucho más grande. Pero a no engañarse, el puente es muy grande (sobre todo en altura). El puente está construido en tres niveles, tiene 49 metros de alto y el nivel más largo tiene 275 metros de longitud.
Algunos datos:
- Nivel inferior: 6 arcos, 142 metros de longitud, 6 m de grosor, 22 m de altura.
- Nivel medio: 11 arcos, 242 metros de longitud, 4 m de grosor, 20 m de altura.
- Nivel superior: 35 arcos, 275 metros de longitud, 3 m de grosor, 7 m de altura.
Los dos niveles superiores eran utilizados para el acueducto, y el nivel inferior constituía el paso carretero para personas o carros. Algo que me llamó la atención fue que se hiciera semejante puente para un hilo de agua tan insignificante. Es que en el momento de nuestra visita, apenas uno de los arcos inferiores del puente era atravesado por las aguas, los otros 5 arcos inferiores estaban de adorno. La realidad es que agarramos el río en “temporada baja” de aguas. Uno imagina que los romanos no eran tontos, y que si construyeron 6 arcos inferiores fue porque sus cálculos de caudal de agua estimaban necesario esa cantidad.
Volvimos a subir, y a bajar hacia el otro lado del puente (es decir aguas arriba), nomás para hacer algunas fotos desde otra perspectiva…. Y ya tocaba regresar.
De vuelta por el mismo camino por el que entramos (pero esta vez cuesta arriba), llegamos a la cafetería, donde nos costó mucho hacerle entender al tipo que trabaja ahí que solamente queríamos agua caliente en un termo (consejo: no perder ni dos segundos intentando explicar a un francés qué es un mate, nunca lo entenderán….)
De vuelta al coche, y puesta en marcha hacia Avignón, que necesitábamos conseguir un GPS si no queríamos quedar perdidos en aquel bonito paraje en medio de la Provenza francesa…
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